Uno de los lugares habituales sobre los que se ha trabajado en las artes visuales es el de lo simbólico. Revisando todos sus periodos, géneros y orígenes, la interpretación simbólica ha sido menester de artistas, teóricos, críticos y curadores. La fotografía, sin duda alguna, no escapa de aquella dimensión, y su aparente habilidad para representar la realidad, establece maneras distintas de comprender su poder simbólico.
Por medio de la imagen fotográfica, Galia Pacchioni nos invita a recorrer un espacio común pero privado, habitual e íntimo, casi frecuente y a la vez sumamente individual. Su invitación nos sumerge en un mundo de objetos que son fotografiados con simpleza y austeridad, donde la toma directa en encuadre frontal exige una mirada concreta y certera, donde el blanco y negro no permite distracciones pero nos entrega una amplia gama de grises que pueden ser descifrados. Mas aquella mirada, la de la artista misma y la del público, no deja de ser ambigua, pues el proceso simbólico se genera a través del fragmento de una relación arbitraria entre fotógrafo, objeto fotografiado y espectador. En “Narraciones invisibles”, Pacchioni juega con el azar objetivo; el azar del objeto elegido desde la cotidianeidad, el cual es registrado (sustentado) gracias a un lenguaje fotográfico, interpretativo y conceptual.
Audaz el camino elegido por la artista, quien situada en una contemporaneidad fotográfica enclavada principalmente en lecturas urbano – sociales, plantea una narración personal – psicológica, silenciosa en formas pero de gran carga expresiva en contenidos. Camino, por cierto acertado, ya que da la impresión de que en el relato hay algo oculto que intenta emerger, algo inmaterial que se esconde en lo material del objeto representado, algo etéreo en la evidencia concreta de lo fotográfico. Son las “Narraciones invisibles” que nos ofrecen una experiencia visual y nos invitan a crear nuestra propia historia, historia que nace de lo individual pero que puede ser compartida y comprendida en lo colectivo. Las pistas están dadas, ahora somos nosotros los invitados a jugar.
Carlos Caamaño